LoMásLeído en EEopinion: El violento oficio de escribir
La obra narrativa de Rodolfo Walsh —una obra que se renueva con la misma naturalidad que se renuevan las obras destinadas a permanecer— no solo evade cualquier juicio concluyente sino adquiere también nuevos sentidos en cada relectura. ¿De dónde proviene esta renovación? En principio, de un cierta coherencia política e intelectual.
Empieza así: “La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi 30 años”. En esta instancia Walsh ya intuye hacia dónde apuntan esas palabras.
Por esos días la Junta Militar del general Videla acaba de cumplir un año en el poder y la persecución a los intelectuales no cesa. Walsh no desconoce esa realidad. Es más: quiere dejar un testimonio de esa realidad ya que confía en la lucha armada, en el compromiso con el pueblo, en la igualdad utópica que proclama a los cuatro vientos como un grito de guerra.
La carta continúa así: “El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio”.
Hasta entonces Walsh ha militado en la organización Montoneros. Además ha viajado en varias ocasiones a Cuba y ha escrito libros de periodismo investigativo que se convertirán en toda una escuela: